"Se debe fomentar el pensamiento positivo sin dejar que factores como la ansiedad, la depresión o el miedo irracional interfieran en el quehacer cotidiano de los adultos mayores, el envejecimiento no tiene por qué ser estresante"
“Las Personas Mayores son la memoria de un pueblo y maestros de la vida. Cuando una sociedad no cuida a sus ancianos niega sus propias raíces y simplemente sucumbe”
Escuela de Ciencias del Envejecimiento
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Sensación de inutilidad
Víktor Frankl piensa que la frustración existencial es hoy más importante que la sexual. Al comenzar una conferencia en la Universidad de Oslo señaló: “Señoras y señores, vengo de Viena, la ciudad de Sigmund Freud, pero no vengo de los tiempos de Sigmund Freud”. Frankl considera que hoy los neurólogos deben preocuparse sobre todo de las frustraciones existenciales. “Alfred Adler, en su tiempo, puso el centro de sus investigaciones en el complejo de inferioridad; ahora, por el contrario, es necesario subrayar la sensación de inutilidad”. Un complejo que se manifiesta en la carta que le escribió un estudiante norteamericano: “Tengo 22 años, soy licenciado, tengo un automóvil de lujo, no dependo económicamente de nadie y gozo de más prestigio y satisfacciones sexuales de las que necesito. No obstante, ¿qué sentido tiene todo esto?”. Diane Young, de la Universidad de California, ha señalado en una investigación reciente el predominio de la sensación de inutilidad en los jóvenes. Los resultados divergen notablemente respecto a los encontrados en personas de mediana edad o en los ancianos.
Una tensión necesaria
Cuando a una persona se le enseña que la vida nunca ha tenido sentido, en el fondo demuestra ser coherente si se suicida. “Si se le hace creer al hombre —dice Frankl— que no actúa con libertad, sino como consecuencia de condicionamientos internos y externos, que es una marioneta que se mueve cuando tiran de ella, en este caso no tiene ninguna responsabilidad y tiene toda la razón para hacer lo que quiera. Y puede ser entonces hasta un criminal. Y si, además, se le engaña diciéndole que el hombre vive sólo para satisfacer sus propios deseos y para encontrar así la paz interior, ¿qué puede impedirle buscar una paz inmediata, ahora y aquí?”.
Víktor Frankl ha difundido en Europa y América la práctica médica de la “logoterapia”, que se basa en el convencimiento de que la mayor parte de las neurosis tienen sus raíces en la pérdida del sentido de la vida. Este es el aspecto que diferencia al hombre de los demás animales.
Según este modelo motivacional, al hombre le basta satisfacer sus deseos y sus estímulos para liberarse de la tensión y llegar a un equilibrio interior. Para Frankl esta no es una verdadera actitud humana, sino una visión reductiva que fomenta la neurosis en vez de curarla. “El ser humano se trasciende siempre a sí mismo hacia algo distinto de sí, hacía algo o alguien a quien ser útil o a quien amar”. Un cierto desfase entre lo que se es y lo que se desea ser enriquece la personalidad.
El sentido del sufrimiento
En el artículo de la revista Studi Cattolici, Frankl habla del valor del sacrificio para transformar en actitudes profundamente humanas algunas situaciones que no encuentran salida cuando se busca ante todo la satisfacción personal.
“Ha sido para mí una amarga experiencia —escribía un colaborador del psicólogo vienés— no haber podido usar nada de cuanto había aprendido en siete largos años de estudio de la psicología para aliviar a mi madre que se estaba muriendo. Me ha servido, por el contrario, lo que aprendí durante mi especialización en logoterapia sobre el significado del sufrimiento y sobre la riqueza escondida en el pasado”. Von Eckartsberg, de la Universidad de Harvard, ha examinado la situación de cien profesionales que se habían diplomado en Harvard veinte años antes. La mayoría tenían carreras brillantes: abogados, jueces, industriales, cirujanos, psicoanalistas. Pero muchos de ellos no sabían todavía qué sentido tenía todo aquello veinte años después y algunos vivían desesperados.
A ellos les podría contar Frankl su experiencia, como judío enviado por el régimen nazi a los campos de exterminio. Su vida en Auschwitz y Dachau, que ha narrado en el libro Un psicólogo en el Lager, le obligó a descubrir que quienes tenían más posibilidades de supervivencia eran los que deseaban vivir para desarrollar en el futuro la tarea que habían elegido. Buscar el modo de satisfacer los deseos para liberarse de la tensión y llegar al equilibrio interior, resultaba allí una tarea perfectamente inútil.
Ahora bien, cuando habla del sentido de la vida, dice que debe ser encontrado, no que se pueda inventar. No es una tapadera que justifique a cualquier precio cualquier actitud. Siguiendo a Max Wertheimer y a Kurt Lewin, fundadores de la moderna teoría de la forma, Frankl atribuye al significado una cualidad objetiva. Por eso hay que encontrarlo cada uno por si mismo y no se puede dar arbitrariamente. “El significado es una forma objetiva sobre el fondo de la realidad, una posibilidad que se atisba y una necesidad”. Una posibilidad única e irrepetible que permanece después de cada actuación.
Necesitamos la conciencia
“Lo que ya ha sucedido no puede ser anulado. Nadie nos podrá robar lo que hemos visto, sufrido, soportado legalmente. No se puede anular nada de lo que hemos hecho. Todo permanece único e irrepetible: la situación y el significado intrínseco y latente en la situación misma. Del mismo modo, única e irrepetible es la persona que se encuentra frente al significado de esta situación. El significado es siempre ad personam y ad situationem”.
Esta unicidad e irrepetibilidad comportan que cada vida tiene su propio sentido. Los significados universales, que se podrían definir como valores, sí pueden ser transferidos, pero el significado irrepetible debe ser comprendido por cada hombre singular. Y aquí hace Frankl una llamada a la conciencia personal que es para él el órgano que procura este significado. En este tiempo en el que desaparecen las tradiciones, la educación debe ser, con mayor motivo, educación de la conciencia personal para no verse obligado a hacer lo que otros quieren (totalitarismo) o querer lo que otros hacen (conformismo). “Verdaderamente —concluye Frankl— necesitamos la conciencia para permitir al hombre de hoy encontrar también mañana el significado de las situaciones, a pesar de la desaparición de las tradiciones y de los valores transmitidos con ellas”.