"Se debe fomentar el pensamiento positivo sin dejar que factores como la ansiedad, la depresión o el miedo irracional interfieran en el quehacer cotidiano de los adultos mayores, el envejecimiento no tiene por qué ser estresante"
“Las Personas Mayores son la memoria de un pueblo y maestros de la vida. Cuando una sociedad no cuida a sus ancianos niega sus propias raíces y simplemente sucumbe”
Escuela de Ciencias del Envejecimiento
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La visión que la sociedad tiene a cerca de los adultos mayores ha ido cambiando a través de la Historia. Este proceso de cambio se ha revelado en la literatura y otros géneros escritos.
Una socióloga, María Julieta Oddone, indagó en la imagen con que la vejez está representada en los libros escolares de la República Argentina, sobre todo en los que se estudiaba el segundo año de la escuela primaria. Ciertamente la autora del estudio sociológico no se animó a extrapolar sus conclusiones a otros países de la América Latina pero, probablemente, alguno de los rasgos que se deducen de su análisis, tengan una aplicación más amplia.
Oddone distingue e identifica varias etapas. En los textos analizados que van de finales del siglo XIX a principios del XX, dice la autora: “es común visualizar a personajes ancianos ocupando diversos roles y situaciones en los que transmiten las normas sociales basadas en la tradición y en la experiencia. (...) En todos los casos, el anciano es fuente de respeto, aún en situaciones de marginalidad social como los ‘pobres viejos abandonados’, cuando la caridad pública suplía la falta del beneficio jubilatorio”. Este estudio titulado “La vejez en la educación básica argentina” fue publicado en un capítulo del libro compilado por el Dr. Leopoldo Salvarezza, llamado “La Vejez. Una mirada gerontológica actual”, (Editorial Paidós, Buenos Aires, 2000).
El tipo de familia predominante en ese estudio es aquella en la que conviven tres o más generaciones, se envejece en familia y parece normal que los hijos se hagan cargo de sus ancianos, representados como débiles, enfermizos y pasivos.
En los años 30, el anciano continúa cumpliendo con el rol social de transmisor de cultura y experiencia. Como en la etapa anterior, “el anciano tiene que ser un santo, condenado a ser venerado, no tiene derecho a cometer el mínimo error, él que tanta experiencia tiene; ya no puede sucumbir a la mínima tentación, él, tan consumido y arrugado como está; tiene que ser perfecto, ejemplo de todas las virtudes . La imagen sublimada que se les ofrece de ellos mismos es la del sabio rodeado de una aureola de cabellos blancos, rico en experiencia y venerable, dominando desde muy alto la condición humana”.
Entre los años 40 y 50 asoma por primera vez la imagen del “anciano institucionalizado”, es decir, que habita en un hogar de ancianos. Continúa la imagen del viejo o abuelo como transmisor de la cultura. Es, sin embargo, un anciano activo que debe y necesita ocupar su tiempo libre, que no está feliz si no trabaja.
Entre los 60 y los 90 la situación cambia. En una cultura que entroniza a la juventud en sus aspectos externos y tiende a cambios tecnológicos acelerados, los valores que los ancianos transmiten son desactualizados y por ello son reemplazados en esta función por modelos más jóvenes y actualizados, como el del tío. Los ancianos han quedado sin rol social, y sólo son definidos por el rol de abuelos a quienes los niños quieren.
En los últimos años, los textos rescatan a abuelos que a veces “vienen a colaborar con la familia”, esto es, se les vuelve a asignar un papel activo dentro de ella. Quizás en coincidencia con el aumento global de la expectativa de vida, aparecen –aunque en forma incipiente– adultos mayores fuertes y activos. “Los viejos vuelven a ser referentes para los chicos en un plano de igualdad con las otras generaciones que los habían sustituido en el período anterior”, concluye Oddone.
Un análisis similar sobre la representación de los viejos en la televisión argentina fue realizado en 1996 por la psicóloga Laura Bosque, responsable del Comité de Prevención de la Sociedad Argentina de Medicina y Cirugía del Trauma. De su estudio surge que la imagen de vejez resulta positiva cuando de programas de ficción se trata, “más por las exigencias narrativas de los géneros que por las tendencias vigentes en la sociedad”, subraya Bosque. “En los géneros telenovelas y telecomedias prevalece una manera de mostrar las situaciones sociales y familiares como ideales”. Por su parte, los programas no ficcionales son los que concentran con mayor virulencia la imagen negativa acerca de la vejez, y ponen énfasis en la falta de cuidado personal, la torpeza física o la inadecuación al código cultural.
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